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Oasis

Una casa donde habita un fantasma

Una casa donde habita un fantasma Si, la casa estaba habitada por un fantasma. Él rompió las puertas y ventanas para entrar y salir a su antojo. No le gustaban los espacios cerrados, padecía de claustrofobia.
Era un fantasma muy extraño, no pretendía asustar a nadie, mas bien buscaba un refugio.Supe de él una noche cuando regresaba a casa y mi auto sonó como un trueno en el lomerío. Quedé atrapada a merced de la luna y de mi miedo.
Lo cierto es que entré a aquella casita para protegerme del frío, y en un rincón me acomodé a esperar que amaneciera. El cansancio me envolvió en un sopor extraño y ahí fue donde apareció Fernando.Era un fantasma de dedos largos que parecían perderse en la oscuridad, pero tenía ojos azules que brillaban como dos cocuyos, no me atreví a salir corriendo, quedé quieta, fascinada ante lo desconocido.
Con agilidad dio varios giros en la habitación, se notaba que también estaba nervioso y era frágil, y transparente y tenía un corazón hermoso.
Nunca imaginé que los fantasmas tuvieran corazón.
Después escuché su voz, era suave, lejana, y a la vez tan conocida, que sonreí como quien habla con el amigo perdido.
Esa noche me hizo saber que él y sus compañeros eran espíritus salidos de una cantera próxima al lugar. Me contó de la explosión en la que murieron muchos hombres, y entre ellos estaba mi fantasma.Así fue que sus almas estuvieron errantes durante años sin que nadie se dignara a buscar sus cuerpos. Nunca hubo un recuerdo para ellos, jamás una flor, sólo el olvido, y se convirtieron en fantasmas temerosos de la gente.
Lloró mi fantasma agazapado en el marco de la ventana, me dijo que extrañaba las caricias, los labios suaves de una mujer y sentí pena por él.
Cuando comenzó a llover se acercó más a mí, ya casi no tenía miedo, y sus ojos azules iluminaban el lugar. Fue cuando percibí su olor, y un fantasma oloroso y lloroso no es nada fácil de apartar, por eso dejé que se acurrucara a mi lado y soñamos los dos con un mundo de caricias y besos.El sol invadió la casita de mi fantasma pero él ya no estaba allí.
Salí a la carretera, y mi auto me esperaba cubierto de rocío. Rugió cuando intenté encenderlo y fue entonces que vi las flores en el asiento de atrás.

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