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La triste reconcentración de Weyler

La triste reconcentración de Weyler

Los jóvenes deben conocer muy bien todo lo relacionado con la reconcentración del tristemente célebre Valeriano Weyler y la masacre que trajo para los cubanos, tras verse atemorizado ante la  marcha incontenible del Ejército Libertador, a las órdenes del general Antonio Maceo, que se batía victoriosamente en todo el territorio vueltabajero contra el ejército español.

Lo cierto es que  las proezas realizadas en la región occidental por el caudillo insurrecto precipitaron el descrédito de Weyler. Tanto había predicado este la eficacia de los batallones echados sobre el Lugar Teniente General del Ejército Libertador que el resultado adverso de sus planes fue, naturalmente, mucho más ruidoso de lo que, sin aquellas fanfarronadas, en cualquier otra circunstancia, hubiese parecido a los ojos de propios y extraños.

El desdichado gobernante español ideó entonces la manera de llegar al exterminio de los enemigos del régimen colonial. Con ese propósito Weyler dictó el 21 de octubre de 1896 un bando de reconcentración llamado a ser todo un monumento de ignominia para la agonizante dominación.

El célebre Bando de Reconcentración fue concebido en los términos siguientes:

1.- Todos los habitantes en los campos o fuera de la línea de fortificación de los poblados se reconcentrarán en el término de ocho días, en los pueblos ocupados por las tropas. Será considerado rebelde y juzgado como tal todo individuo que, transcurrido ese plazo, se encuentre en despoblado.

2.- Quedan prohibidas en absoluto la extracción de víveres de los poblados y la conducción de uno a otro por mar y tierra sin permiso de la autoridad militar del punto de partida. A los infractores se les juzgará y penará como auxiliares de los rebeldes.

3.- Los dueños de reses deberán conducirlas a los pueblos o a sus inmediaciones para lo cual se les dará la protección conveniente.

4.- Transcurrido el plazo de ocho días, que en cada término municipal se contará desde la aplicación de este Bando en la cabecera del término, todos los insurrectos que se presenten serán puestos a mi disposición, para fijarles el punto en que hayan de residir, sirviéndole de recomendación a los que faciliten noticias del enemigo que se puedan aprovechar, que la presentación se haga con armas de fuego y más especial si esta fuera colectiva.

5.- Las disposiciones de esta banda sólo son aplicables a la provincia de Pinar del Río.

Para cumplir esta disposición, las columnas españolas se lanzaron a los campos que rodeaban la cabecera de la ciudad pinareña e incendiaron los bohíos, destruyeron los sembrados y condujeron los campesinos en masas como si fueran reses hacia la capital de la provincia.

Ya en el poblado los indefensos campesinos fueron ubicados, una parte en el tejar de la finca Pachín y la otra en el teatro “Milanés”. Como estos lugares no eran suficientes, muchos de ellos se situaron en edificios públicos y zaguanes de las casas particulares y hasta en medio de las calles.

En esas condiciones vivían hombres, mujeres y niños en la mayor promiscuidad. Estos campesinos reconcentrados solo comían las sobras del rancho de las tropas españolas, salvo algunos alimentos que se recibían de una cocina que se improvisó por el ayuntamiento.

El hambre y el hacinamiento en que vivían los reconcentrados produjo numerosas enfermedades, tales como la viruela, el tifus, el paludismo, el vómito y otros que por su carácter transmisible no eran atendidos en el entonces hospital “San Isidro”.

Esto dio lugar a que comenzaran las muertes en alarmantes proporciones. Los enfermos que deambulaban en toda dirección por la ciudad y los que residían en locales improvisados por la reconcentración, se comenzaron a trasladar para un hospital improvisado en carros tirados por mulos, lanzados como bestias uno encima de otros, casi moribundos.

Los que morían eran enterrados en fosas comunes, sin previa identificación.

La reconcentración campesina produjo la muerte de miles de campesinos entre hombres, mujeres y niños. Sólo en la ciudad de Pinar del Río quedaron más de 2000 huérfanos.

Pero el atropello y los crímenes cometidos por Weyler con el Bando de Reconcentración, lejos de aminorar, acrecentaron la rebelión popular y fueron muchos los campesinos que en aquellos aciagos momentos se incorporaron a la causa independentista, nutriendo aún más las filas del Ejército Libertador.

Es evidente que esta política de este tipo nunca constituye una solución ideal pues no hizo más que exacerbar los ánimos de aquellos que combatían con el ideal de la Cuba independiente. El sufrimiento de sus familiares recluidos, reconcentrados o abandonados a su suerte, no habían hecho otra cosa que incentivar aún más el esfuerzo para expulsar a los españoles de la isla.

 

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