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Quererse de veras

Una condición necesaria para querer a otros es quererse a sí mismo, me dijo una colega con tanta convicción, que mereció la atención total del pequeño auditorio cotidiano en el que se degustaba una taza humeante de café.
Argumentaba que ello no está en contradicción con ser capaces de dar la vida por los demás, ni con la ayuda incondicional que se pueda brindar a quienes nos rodean. Se trata de llamar la atención sobre la importancia de dedicar tiempo a nosotros mismos, cuidarnos, ayudarnos y también estimularnos.
No dudo te resulte extraño lo que comento, pero te sentirás mejor cuando repares en ti y te des cuenta de cuánto vales, cómo no es necesario esperar porque otros reconozcan tu valor.
Fíjate bien, no se trata de culpar a quienes nos rodean de que no te tengan en cuenta, sino de percibir cuánto más puedes hacer para sentirte bien contigo mismo.
Lo más probable es que te reproches esto o aquello; sin embargo te elogias poco, y esto es una práctica saludable siempre que lo merezcamos.
Subrayaba mi abuela que las expresiones de afecto se aprenden desde pequeño, ni el sexo ni la edad son condicionantes para limitarlas. A pesar de esta afirmación, encontramos muchachos que no le dan un beso a su padre porque precisamente este le enseñó a no besar a los hombres y muy probablemente este joven haya sentido muchas veces el deseo de besar y acariciar a su papá.
Situaciones como esta son cotidianas en nuestro medio, y dañan, pues dar y recibir afecto es una experiencia que no admite descripción, sino vivencia, es decir, que cada cual viva su propia actitud ante la vida.
No hay porqué reprocharle a los adultos que no hayan reparado en el valor del afecto, y por tanto de la necesidad de su educación, tal vez sean producto de un hogar desamorado, lo cual no justifica que reproduzcamos esa fotografía ante nuestros hijos.
Después de esta lectura tú puedes empezar por ti mismo, ya que lo importante es que te des cuenta de que siempre hay tiempo para amar….y ser amado. Incorpora esta expresión a la cotidianidad para que se convierta en hábito, para mí es un ejemplo clásico. Por Marilyn Blanco 

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