Una pequeña escuela
Anoche recibí una llamada telefónica que me alegró muchísimo. Mi maestro de primaria Roberto Benítez , de visita en casa de su hijo, no pierde la costumbre de llamar, preocuparse por la familia, el trabajo, como si aún fuera el maestro de primaria, ocupado de todos los detalles desde el aprendizaje, el llanto del niño, y enfatizando en formar valores cada día.
Ye tengo 42 años pero conservo intactos los recuerdos de las caminatas al río, a llevarle flores a Camilo, los matutinos en los que todos participábamos, la magia para mantener atentos a todos los estudiantes de diferentes grados, en un aula muy pequeña, y ese amor que salía a flor de piel, como si todos fuéramos sus hijos.
Su voz en el teléfono hizo que reviviera viejas amistades, travesuras, sueños. Agradezco su paciencia, su ternuira, ojalá viva muchos años así, fuerte y saludable, pero sobre todo brindando amor.
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