Los ruidos y sus afectaciones
Desde los tiempos más antiguos las frecuencias y los volúmenes de tipo de ruido han cambiado. En la naturaleza existían sólo ruidos graves como la lluvia y los truenos, y en cuanto a la intensidad, eran volúmenes más bajos. Ahora, en cambio hay un aumento significativo de pérdida auditiva. Esto se deba a que hoy el ser humano se expone normalmente a fuertes ruidos, los tonos están mucho más agudos y gracias a la tecnología los volúmenes son más altos. Como consecuencia, en gran parte de la población juvenil se han acelerando los procesos hereditarios de sordera -que normalmente deberían presentarse en personas de 50 ó 60 años de edad-, ya que están mucho más expuestos a fuertes ruidos que generaciones anteriores.
Ya es muy común que los jóvenes escuchen música con audífonos en i –Pod o MP3, capaces de sobrepasar los 115- 140 decibeles), ir a discoteques y recitales donde la música supera los 90 decibeles.
Existen dos tipos de trauma acústico: agudo, cuando se produce al instante y provoca una sordera permanente. Son sonidos intensos y de corta duración, como por ejemplo, un disparo o una explosión. Y crónico, cuando se produce con el tiempo y la sordera es temporal. Son sonidos de menor intensidad pero mantenidos en el tiempo, ejemplos de ello son las discotecas.
Las sorderas por traumatismo acústico, generalmente afectan al oído interno, específicamente desde la punta donde están las frecuencias más graves a las de más abajo donde están las frecuencias más agudas. Estos daños son irreversibles y pueden producirse por ruidos fuertes y de corta duración, o por la exposición a sonidos de gran intensidad durante mucho tiempo.
Cuando nos exponemos a música muy alta en un local, después se produce un zumbido en los oídos que se mantiene por más de 10 minutos. Probablemente se nos estén lesionando las células del oído interno, que cuando dejan de funcionar ya no tienen recuperación.
La sordera conlleva a un aislamiento dentro de la sociedad y a desarrollar un cuadro ansioso- depresivo. La mayoría de las veces puede ir acompañada de otras enfermedades, como por ejemplo, pérdida de la memoria, trastornos renales y metabólicos.
En nuestro país existen normativas específicas que regulan la contaminación por ruido ambiental.
Gracias a los avances tecnológicos y digitales, se han creado avanzados reproductores de música y ha sido posible aumentar su volumen, sin que disminuya su calidad.. Sin embargo, su uso abusivo puede tener consecuencias para la salud: la pérdida de audición, pues se colocan directamente en el conducto auditivo.
Uno no debiera escucharlo más de una hora continua a un volumen que no le impida mantener una conversación normal con los que están alrededor. Ahora, si existe alguien extremadamente fanático, que no puede escuchar a un volumen menor, lo que tiene que hacer es reducir el tiempo a la mitad.
Tengamos en cuenta que a los músicos la tecnología les jugó una mala pasada. Muchos de ellos se están quedando sordos. Un ejemplo es Phil Collins, cantante y compositor inglés de 54 años, quien ha perdido el 60 por ciento de su capacidad de audición y existen muchos más. Tal vez estas pérdidas traigan un beneficio: que los jóvenes de hoy tomen una real conciencia de lo que tendrían que enfrentar por subir el volumen o exponerse a ruidos muy fuertes por un tiempo prolongado.
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