El camino de los orishas
Camina despacio hacia su casa, es de noche y cerca del lugar donde estuvieron ubicados los barracones le parece ver una mujer con un candil y un bastón; entonces acelera el paso mientras recuerda a sus ancestros y las eternas historias de cadenas y aparecidos.Así es Emelina Clavel Gómez, imaginativa, soñadora, y a la vez realista y decidida.
Con sus 65 años a cada movimiento le imprime fuerza y seguridad como si el tiempo no pudiera impregnarse en su piel y su mente.Cuando ella baila, toca el tambor o dirige el grupo folclórico Magino, por sus venas corre veloz la sangre de aquellos esclavos que resistieron enérgicamente tantas humillaciones y maltratos, y se siente parte de ellos.
En el municipio de Bahía Honda y fundamentalmente en el Central azucarero Harlem la conoce todo el mundo, niños y adultos la saludan y le piden consejos. Es usual escucharla relatar las historias de las etapas en las que trabajó sembrando caña y yuca, guataqueando, chapeando, así como en la construcción y en la forestal.Emelina tuvo una vida fecunda, su vientre engendró 15 hijos de los cuales 11 lograron sobrevivir, y con esa chispa de picardía que la caracteriza responde: "La culpa es del guarapo de esta zona, pruébenlo y verán si tengo razón o no".Conservar intactas las tradiciones familiares es su principal objetivo pues desde que ellos se asentaron en la finca El Corojalito perteneciente a Bahía Honda, hacían sus toques a los santos y eso pasó de generación en generación."Todo lo aprendí de mi abuelo y mi padre. Desde niños mirábamos todo con ojos de asombro, después con admiración y respeto."De los cantos disfrutamos libremente aunque nunca conocí sus significados, en las glorietas de guano aprendíamos las cosas maravillosas de este mágico mundo, y lo hemos ido pasando a las nuevas generaciones, para que no se pierdan y lo conserven toda la vida", aseveró Emelina.
El grupo folclórico Magino está constituido principalmente por hijos, sobrinos, primos, nietos, cuñados de esta mujer. Emelina canta y un coro de ocho mujeres la acompañan, después van apareciendo los orishas que se mezclan con el sonido contagioso de los tambores.Lázaro Acosta es hijo de Emelina y representa a Oggún, el guerrero. Comenzó en el grupo por una casualidad cuando tenía 19 años y jamás se ha separado de ellos porque dice que "se siente una locura en el cuerpo cuando la piel, los músculos y los sentidos le piden más a la tumbadora".Por su parte Yusimí Acosta baila con sensualidad. Desde que ella nació tuvo la suerte de que Emelina la llevara a todas partes porque era la hija más chiquita.Andrés Valdés tiene 38 años y explica con orgullo que baila desde los 16 porque su prima le enseñó la belleza de ese mundo africano.Recuerda constantemente Emelina a Sarah, La Americana, quien fue una promotora cultural que los atendió en los años 60 y actualmente todos los miembros del grupo coinciden al solicitar más apoyo de parte de las entidades culturales del territorio y la provincia, así como de los directivos de la fábrica de azúcar.El deseo de ellos y su directora es mostrar en otras provincias la labor que como aficionados realizan, además de tener la posibilidad de participar en festivales como La fiesta del Caribe.
Magino se mantiene vivo
Según los criterios de Nereyda Cabrera, especialista de danza del Centro Provincial de Cultura Comunitaria, lo más interesante de Magino es que es genuino, sin influencias foráneas. "Es una simbiosis de vestuario, pasos, toques, bailes, atributos, leyendas, historias..."El grupo cultiva desde hace mucho tiempo una tradición que a su vez se trasmite de generación en generación, y actualmente se mantiene viva en lugares determinados.
Preservar los valores más auténticos
Alrededor de 30 niños, niñas y adolescentes conforman Los Maginitos, un grupo folclórico que sigue los pasos de la familia. Ellos irrumpen en las tardes quietas del batey con la alegría propia de la grey infantil, y con la seguridad de preservar los valores propios de su identidad.Carlos Rafael González y Luis Alfredo Portales tienen seis años, los dos son nietos de Emelina y ya están comprometidos con la tradición Magino, lo mismo sucede con Leisys Pimentel, Yanet Chirino, Yosbani Carbonel, Dailín Herrera... quienes ven a esta mujer como una madre que se preocupa porque estudien, y aprendan a bailar y cantar.El director de la escuela Camilo Cienfuegos, los maestros e instructores también los apoyan, pues estos pequeñines forman parte del grupo infantil La Colmenita del territorio y son una cantera de artistas aficionados.Un poco de historiaPinar del Río poseía pequeñas plantaciones de caña pero no es hasta finales del siglo XVIII que se crearon los ingenios. Hacia 1860 la región estaba dividida en tres jurisdicciones: Nueva Filipina o Pinar del Río con seis ingenios, Bahía Honda con 25, y San Cristóbal con 11.
Muchos rituales populares y tradicionales de antecedentes africanos están latentes dentro de la práctica de la comunidad,esto se explica por la importancia que tienen para estos grupos mantener las creencias como una forma de autodefinición y de unidad cultural.En el central Harlem el grupo Magino se presenta con características peculiares, diferentes a otros grupos estudiados tanto de la provincia como fuera de ella.Martha Esquenazi Pérez, especialista del Centro Investigativo Juan Marinello, en un estudio sobre música popular tradicional pinareña afirma que los tambores de Magino están compuestos por una tumbadora con un parche de mayor diámetro, otra con mayor altura conocida como Llamador, otro tambor similar de mediano tamaño denominado mula y un quinto.Lo cierto es que para estos hombres y mujeres lo más importante es preservar sus raíces culturales porque como dijo la integrante del grupo Magalis Acosta, las huellas son tan fuertes que hasta su hijo de días de nacido se queda quietecito entre sus brazos mientras siente la música vibrar a cada paso.
Con sus 65 años a cada movimiento le imprime fuerza y seguridad como si el tiempo no pudiera impregnarse en su piel y su mente.Cuando ella baila, toca el tambor o dirige el grupo folclórico Magino, por sus venas corre veloz la sangre de aquellos esclavos que resistieron enérgicamente tantas humillaciones y maltratos, y se siente parte de ellos.
En el municipio de Bahía Honda y fundamentalmente en el Central azucarero Harlem la conoce todo el mundo, niños y adultos la saludan y le piden consejos. Es usual escucharla relatar las historias de las etapas en las que trabajó sembrando caña y yuca, guataqueando, chapeando, así como en la construcción y en la forestal.Emelina tuvo una vida fecunda, su vientre engendró 15 hijos de los cuales 11 lograron sobrevivir, y con esa chispa de picardía que la caracteriza responde: "La culpa es del guarapo de esta zona, pruébenlo y verán si tengo razón o no".Conservar intactas las tradiciones familiares es su principal objetivo pues desde que ellos se asentaron en la finca El Corojalito perteneciente a Bahía Honda, hacían sus toques a los santos y eso pasó de generación en generación."Todo lo aprendí de mi abuelo y mi padre. Desde niños mirábamos todo con ojos de asombro, después con admiración y respeto."De los cantos disfrutamos libremente aunque nunca conocí sus significados, en las glorietas de guano aprendíamos las cosas maravillosas de este mágico mundo, y lo hemos ido pasando a las nuevas generaciones, para que no se pierdan y lo conserven toda la vida", aseveró Emelina.
El grupo folclórico Magino está constituido principalmente por hijos, sobrinos, primos, nietos, cuñados de esta mujer. Emelina canta y un coro de ocho mujeres la acompañan, después van apareciendo los orishas que se mezclan con el sonido contagioso de los tambores.Lázaro Acosta es hijo de Emelina y representa a Oggún, el guerrero. Comenzó en el grupo por una casualidad cuando tenía 19 años y jamás se ha separado de ellos porque dice que "se siente una locura en el cuerpo cuando la piel, los músculos y los sentidos le piden más a la tumbadora".Por su parte Yusimí Acosta baila con sensualidad. Desde que ella nació tuvo la suerte de que Emelina la llevara a todas partes porque era la hija más chiquita.Andrés Valdés tiene 38 años y explica con orgullo que baila desde los 16 porque su prima le enseñó la belleza de ese mundo africano.Recuerda constantemente Emelina a Sarah, La Americana, quien fue una promotora cultural que los atendió en los años 60 y actualmente todos los miembros del grupo coinciden al solicitar más apoyo de parte de las entidades culturales del territorio y la provincia, así como de los directivos de la fábrica de azúcar.El deseo de ellos y su directora es mostrar en otras provincias la labor que como aficionados realizan, además de tener la posibilidad de participar en festivales como La fiesta del Caribe.
Magino se mantiene vivo
Según los criterios de Nereyda Cabrera, especialista de danza del Centro Provincial de Cultura Comunitaria, lo más interesante de Magino es que es genuino, sin influencias foráneas. "Es una simbiosis de vestuario, pasos, toques, bailes, atributos, leyendas, historias..."El grupo cultiva desde hace mucho tiempo una tradición que a su vez se trasmite de generación en generación, y actualmente se mantiene viva en lugares determinados.
Preservar los valores más auténticos
Alrededor de 30 niños, niñas y adolescentes conforman Los Maginitos, un grupo folclórico que sigue los pasos de la familia. Ellos irrumpen en las tardes quietas del batey con la alegría propia de la grey infantil, y con la seguridad de preservar los valores propios de su identidad.Carlos Rafael González y Luis Alfredo Portales tienen seis años, los dos son nietos de Emelina y ya están comprometidos con la tradición Magino, lo mismo sucede con Leisys Pimentel, Yanet Chirino, Yosbani Carbonel, Dailín Herrera... quienes ven a esta mujer como una madre que se preocupa porque estudien, y aprendan a bailar y cantar.El director de la escuela Camilo Cienfuegos, los maestros e instructores también los apoyan, pues estos pequeñines forman parte del grupo infantil La Colmenita del territorio y son una cantera de artistas aficionados.Un poco de historiaPinar del Río poseía pequeñas plantaciones de caña pero no es hasta finales del siglo XVIII que se crearon los ingenios. Hacia 1860 la región estaba dividida en tres jurisdicciones: Nueva Filipina o Pinar del Río con seis ingenios, Bahía Honda con 25, y San Cristóbal con 11.
Muchos rituales populares y tradicionales de antecedentes africanos están latentes dentro de la práctica de la comunidad,esto se explica por la importancia que tienen para estos grupos mantener las creencias como una forma de autodefinición y de unidad cultural.En el central Harlem el grupo Magino se presenta con características peculiares, diferentes a otros grupos estudiados tanto de la provincia como fuera de ella.Martha Esquenazi Pérez, especialista del Centro Investigativo Juan Marinello, en un estudio sobre música popular tradicional pinareña afirma que los tambores de Magino están compuestos por una tumbadora con un parche de mayor diámetro, otra con mayor altura conocida como Llamador, otro tambor similar de mediano tamaño denominado mula y un quinto.Lo cierto es que para estos hombres y mujeres lo más importante es preservar sus raíces culturales porque como dijo la integrante del grupo Magalis Acosta, las huellas son tan fuertes que hasta su hijo de días de nacido se queda quietecito entre sus brazos mientras siente la música vibrar a cada paso.
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